jueves, 17 de septiembre de 2015

Felicidad

Decía Loquillo que para ser feliz quería un camión, dándole la razón a Goethe que decía que la felicidad es de plebeyos porque éstos lo que ilusionaban eran cosas que mejorasen su estado de pobreza, cosas mundanas como un camión por ejemplo. La ilusión es una cosa como de tronista de MHYV que ilusionan con ligarse a una poligonera, en la tele eso sí. No se sabe bien si ansían el amoor o el salir por televisión como Ana Blanco que lleva 25 años sin envejecer. Yo por lo menos tendría la ilusión del secreto de la eterna juventud como la mentada, o como Jordi Hurtado. No se si eso me hace menos plebeyo, pero seguramente me hace más tonto. El caso es que la ilusión es eso que se deriva de la tautología sujeto=sujeto del comentado aquí anteriormente Tetens. Es el idealismo trascendental. Y de ahí se deriva también la felicidad, pero no la de Loquillo y Goethe sino en abstracto a palo seco, es decir, la que me daría a mí ser eternamente joven. Bueno, no es que sea viejo exactamente, o madurito, aunque todo eso es relativo. El caso es que esa es la felicidad que hace tonto. Los tontos de verdad son más listos porque quieren para ser felices un camión o algo que se tercie que sea cuerpo tridimensional perceptible por nuestros sentidos. Nada de las bobadas cartesianas del pienso-luego-existo. Por eso esto de la felicidad es un arma de doble filo. Si uno se la plantea a la tremenda debe pensar si está realmente en sus cabales, coger los libros de Paulo Coelho, Punset o Jorge Bucay y quemarlos sin compasión ninguna.Como yo no gasto de esas perniciosas lecturas voy a ver si adopto una actitud más plebeya y me dejo de tanta conachada.


Puaagh

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