jueves, 17 de septiembre de 2015

Sentimientos




Estoy lo que se dice hasta el moño. No tengo moño pero por longitud de crin bien podría. O sea que no sólo metafóricamente sino que también literalmente; estoy hasta el moño. La razón está en lo que podemos llamar sentimentalismo o sensiblería. Es una condición psicológica en apariencia. Pero tiene sus dificultades lógicas. El señor ese de la foto es Tetens. Es un filósofo del siglo XVIII que tuvo una curiosa ocurrencia. Resulta que hasta entonces había, en la tradición psicológica, dos facultades del alma (la mente diríamos hoy), a saber, la vis cognoscitiva y la vis apetitiva. En cristiano, el entendimiento y las pasiones. Según un retorcido argumentario filosófico el entendimiento consistía, decían en la época, en el sujeto que se orienta al objeto, y las pasiones en el objeto orientándose hacia el sujeto, por así decir. Pero a Tetens se le ocurrió como tercera alternativa lógica que el sujeto también podía orientarse hacia el sujeto, lo que se llamó vis sensitiva, en román paladino, los sentimientos. No es caso ahora de explicar la tontería que es eso (hay una inmensa bibliografía sobre el tema bajo el epígrafe escalofriante "epistemología"), porque además la culpa no es exactamente de Tetens, más bien es de Descartes o Decaggt como dicen algunos botarates que no son franceses ni belgas ni de Quebec o Vancouver o cualquier ex-colonia francoparlante. Pero igualmente es un lío de narices que nos hemos estado tragando desde entonces y que, esto es lo importante, no es una simple tontunada académica para catedráticos ociosos, sino que ha troquelado de tal manera la forma de ver las cosas que tiene todo el mundo que, parece ser, tenemos que regirnos para todo y en todo momento según los tales sentimientos y según -ALERTA POR ASCO- la empatía.
Tengo un problema con esto, y es serio, porque corro el riesgo de ser tomado por un sociópata, pero prefiero eso a la cursilería. Mil veces mil y un palito.

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